En la sociedad actual, existen temáticas cada vez más controvertidas o tabú, ya sea por aspectos meramente ideológicos/sociológicos (creencias o dogmas establecidos) como también tendencias o modas ampliamente aceptadas por la sociedad con fundamentos cada vez más carentes de intelecto. El sector de la ganadería no es ajeno a ello y se ha posicionado con fuerza en los últimos tiempos como un estandarte de “lucha ambientalista”.

Retomando el concepto de anti-intelectualismo, mencionado por ASEPRHU en el artículo ¿HABLAMOS DEL FUTURO DE LA GANADERÍA?, la realidad es que todos somos a la vez ignorantes y expertos en la temática que sea. Lo importante es ser consciente de cuál de las dos partes predomina en nuestro intelecto. Si es la primera (ignorancia), debemos dejarnos guiar por los segundos (expertos), y si dicha ignorancia es voluntaria, dar un paso al lado y no ser ni estorbo ni dinamizador de una temática de la que no quieres aprender sus fundamentos o principios. En cuanto a la segunda (expertos), es primordial escuchar lo que el ignorante (voluntariamente o no) tiene que decir, pero es su deber replicar con los argumentos sobre los principios que rigen las tomas de decisiones y hacer comprender que un principio o fundamento no es una opinión: es una realidad.

También en el campo de la ganadería, tenemos como deber, la necesidad de informar sobre principios y no opiniones. Es por ello que pasamos a enumerar diez principios que rigen en la naturaleza y que atañen al comportamiento etológico de los animales y leyes de la naturaleza, que como sociedad debemos conocer para después decidir.

El primer principio es que no existe en ningún ambiente, la presencia única de una sola especie (animal o vegetal), es decir que no veremos una única planta o un único animal (sin nada más coexistiendo) en un ecosistema. Los ambientes estériles y/o monovarietales son utópicos en la naturaleza.

El segundo principio es que no existen otros límites físicos que no sean elementos geográficos como ríos, mares, montañas, cortes o barreras físicamente infranqueables sin una actuación externa, por lo tanto, sólo esas barreras actuarán como elementos que impidan el movimiento libre o en libertad de animales terrestres y son los que han regido y seguirán rigiendo los ciclos naturales.

El tercer principio es el respeto e inviolabilidad del ciclo biológico de las plantas y de los animales, por lo que es preciso respetar esos tiempos si no se quiere incurrir en deficiencias estructurales o de base biológica irrecuperables.

El cuarto principio es que, sin muerte no hay vida, por lo que la vida está ligada irremediablemente con la muerte (sea natural o producida). Esto pasa con animales y con plantas.

El quinto principio es que, si existe una proliferación de infecciones/enfermedades/plagas/parásitos, se crea debido a un desequilibrio en el entorno que favorece su ciclo biológico y por consiguiente la multiplicación del agente causante. En los animales, se rompe dicho ciclo cuando los animales están constantemente en movimiento, hecho que acontece por el sexto principio que enumeraremos posteriormente de presa/depredador. La selección natural ha permitido que perduren plantas y animales autóctonos adaptados al entorno, más resistentes a dichas enfermedades y plagas.

El sexto es el principio de presa/depredador -rebaños grandes muy juntos y en continuo movimiento para buscar comida y protegerse del depredador – el cual favorece la ruptura o ralentización de la infección (sin hospedador no hay parásito). En plantas, no es posible el movimiento continuo, por lo que se debe recurrir al equilibrio ecosistémico. Este principio genera un movimiento que produce per se un impacto animal en el entorno de alto valor biológico, al esparcir semillas y abono de manera equilibrada, y crea un pastoreo intensivo (pastoreo no selectivo) que revitaliza el crecimiento del pasto, selecciona las plantas o pastos más adaptados y fomenta la biodiversidad, entre otros efectos directos e indirectos.

El séptimo principio es que los ecosistemas equilibrados siempre cuentan con abundante fauna y flora autóctona, la primera siempre suele contar con un rumiante que se ocupa de reciclar la masa pascícola, arbustiva y arbórea (la vegetal), gracias a la digestión ruminal (digestión, entre otros, de la fibra ingerida) siendo el modelo de gestión que controle de manera natural el exceso vegetativo en esas tierras. Ello permite devolver en forma de excrementos y orina esos nutrientes previamente digeridos para reincorporarlos en el suelo en forma de moléculas compuestas que serán transformadas o procesadas por insectos y bacterias para así hacerlas asimilables nuevamente por las plantas. Estos, serán los precursores del alimento para las plantas, creados gracias a la función sistémica del complejo microbiota del suelo (bacterias y hongos) y los insectos (coleópteros, dípteros, himenópteros y lepidópteros).

El octavo principio, los animales han sido y serán en la arquitectura de la naturaleza, la piedra angular y los encargados de comenzar el reciclado de los excesos o excedentes (pastos o sotobosques), de aprovechar los deshechos (coprófagos, carroñeros) o de modelo de control de desequilibrios tróficos (plaga de insectos, sobrepoblación).

El noveno principio es que los animales ni crean ni eliminan recursos o materias primas disponibles, más bien las transforman en moléculas y compuestos diferentes llamados nutrientes como pueden ser los carbohidratos, los lípidos o las materias nitrogenadas (incluidos diferentes gases debidos a la digestión) …, y lo no digerido o asimilado son las excretas o deyecciones. Como seres heterótrofos que son los animales (incluido el hombre), consumen materia orgánica existente; ya sea de origen vegetal (herbívoros), animal (carnívoros) o mixto (omnívoros) para obtener energía y alimento para las funciones vitales. Esta materia orgánica ha sido creada por medio de seres autótrofos (como las plantas), capaces de crear compuestos orgánicos por medio de compuestos minerales o inorgánicos como el dióxido de carbono, el aire, el agua o los minerales del suelo utilizando la energía solar como fuente de energía.

El décimo y último principio que abordaremos, es el de la enorme resiliencia que ha adquirido la dinámica ecosistémica a lo largo de los siglos y los milenios para llegar a un equilibrio adecuado entre todos los actores que cohabitan en un mismo entorno y que se han sabido adaptar al mismo. Por ello, debemos asumir que la naturaleza es la experta en la materia (por experiencia y veteranía) y el ser humano el ignorante (hablando en términos ecosistémicos) dentro de la ecuación.

Toda decisión, actuación, divulgación a nivel de ganadería, debería contemplar, al menos varios de estos principios para estar alineados con la realidad ecosistémica y trabajar en armonía con los principios de la naturaleza y no luchar contra ella: debemos como sociedad, buscar la resiliencia como fundamento en las acciones que llevemos a cabo en ganadería. Si, debemos hacer una cura de humildad y replantear un modelo ganadero que ha demostrado extrema eficiencia productiva y permitido un acceso a los alimentos nutricionalmente variados a un precio reducido, pero que ha obviado sistemáticamente los efectos nocivos de la revolución verde, así como las señales de alarma que nos ha mandado la Naturaleza. Es hora de volver a los fundamentos agrarios y, sin defenestrar un modelo que es eficaz económicamente y socialmente hablando, debe serlo también en el ámbito ambiental, pues el animal es la herramienta más eficiente y eficaz para conseguir, de forma coherente (con buen manejo de la relación animal/planta/suelo), los Objetivos de Desarrollo Sostenibles que ha planteado Naciones Unidas y que ha retomado la UE en su agenda estratégica para el año 2050. ¿Tendrá el sector ganadero hipersensibilidad al cambio productivo de aquí a 2030? Todo dependerá de quién prevalezca en la balanza del anti-intelectualismo sobre la producción ganadera en la toma de decisiones a nivel mundial.

Por una ganadería pura, libre de dogmas y creencias y que conviva en sintonía con los fundamentos y principios de la naturaleza, de los animales y de las plantas. El único anhelo debe de dirigir nuestros esfuerzos en lo que sustenta nuestra vida en este planeta: un suelo vivo y fértil, el cual nos alimenta y también se ha posicionado como la herramienta más eficiente y eficaz de secuestrar el CO2 excedente, siendo una fuente sumidero para contrarrestar las emisiones de GEI de otras actividades económicas para revertir y frenar el cambio climático.

Fuente: Real Federación de Asociaciones de Ganado Selecto