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Redacción Revista Frisona
/ Categoría: Noticias

La agricultura de conservación permite reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera hasta un 22 por ciento


Nota de prensa.- Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO), la agricultura de conservación “comprende una serie de técnicas que tienen como objetivo fundamental conservar mejor y hacer un uso más eficiente de los recursos naturales, mediante un manejo integrado del suelo, agua, agentes biológicos e insumos externos”. En pocas palabras, se trata de unas prácticas agrarias sostenibles que persiguen una menor alteración del suelo y el mantenimiento de una cobertura de restos vegetales.

En este sentido, la Asociación Española de Agricultura de Conservación‐Suelos Vivos (AEAC.SV), miembro activo de la Plataforma Tecnológica de Agricultura Sostenible (PTAS), está potenciando la promoción de la agricultura de conservación entre los agricultores de nuestro país, puesto que entre sus beneficios destacan la reducción de la erosión, un incremento en los niveles de materia orgánica, una mejora de la
estructura del suelo, una mayor biodiversidad, un aumento de la fertilidad natural de los suelos, una menor emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, mayor capacidad de retención de agua, menor riesgo de inundaciones y una menor contaminación de las aguas superficiales.

Uno de los principales problemas de la agricultura en la actualidad es la merma de suelo, donde el riesgo alto de erosión supera el 50% de la superficie. Esta pérdida es evitable con la puesta en marcha de una serie de técnicas agronómicas de conservación, aplicables tanto a cultivos herbáceos como leñosos, que permiten una mejor conservación del terreno.

Adaptada a los cultivos herbáceos se encuentra la siembra directa, fundamentada en el uso de los restos vegetales de las cosechas como medio natural de protección del suelo y fuente de múltiples beneficios ambientales. Como norma general, el suelo no recibe labor desde la recolección del cultivo hasta la siguiente siembra. Si bien, debe adaptarse a las condiciones locales de cada región y a las exigencias del cultivo. En cuanto a los leñosos, las técnicas que se emplean son las cubiertas vegetales basadas en proteger con una cubierta viva o inerte el espacio que existe entre las hileras de árboles.

La agricultura de conservación ofrece un potencial enorme para toda clase de tamaño de fincas y sistemas agro‐ecológicos, ya que combina una producción agrícola rentable con una protección eficaz del medio ambiente. Por ello, desde la PTAS se sostiene que estas prácticas agrarias “son fundamentales para hacer frente a los retos que tiene la agricultura en la actualidad: producir más alimentos con menos, responder a las demandas de la sociedad, ayudar a la vertebración del territorio rural y conseguir una verdadera sostenibilidad”.

La agricultura de conservación en cifras

Las prácticas agrícolas de conservación han permitido tener una mayor eficiencia energética y mejorar las producciones entre un 15 y un 30% con la misma cantidad de energía. Esto se debe fundamentalmente a la minimización del laboreo, lo que a su vez ha propiciado la creación de sembradoras adaptadas a la presencia de restos vegetales sobre el suelo de forma permanente.

En la Unión Europea también se aplican estos métodos desde hace tres décadas, siendo España el país líder con 1,6 millones de hectáreas dedicadas a la agricultura de conservación, lo que supone el 9,5 por ciento de las tierras cultivadas. De acuerdo a datos oficiales del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA), del total de esta superficie, aproximadamente unas 510.000 hectáreas se dedican a siembra directa y el resto a cubiertas vegetales en cultivos leñosos.

En base a estudios científicos, la agricultura de conservación es capaz de fijar de media hasta 1,5 toneladas de Carbono por hectárea y año más que las técnicas convencionales en los primeros diez años de implantación, y reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera hasta un 22 por ciento. Por otro lado, y debido a la reducción de las labores y a una mayor eficiencia energética en la maquinaria utilizada, el consumo de combustible se puede llegar a reducir de forma anual en torno a 35 litros por hectárea.
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