Granja La Becerra, herederos de la tradición de vacuno lechero de Madrid
Reportaje que se publicará en la revista Frisona Española 268 (jul-ago 2025)
Hemos hablado con Carlos, que dirige Granja La Becerra en Colmenar Viejo (Madrid), una ganadería de vacuno lechero de tercera generación que comenzó su abuelo Ramón con un origen muy singular: en los años posteriores a la Guerra Civil española y con unas pocas vacas, fue el encargado de suministrar la leche para alimentar a los niños del Sanatorio Antituberculoso de Valdelatas, inaugurado en 1917. Hoy, en una ubicación cercana a la que inició su abuelo y siguieron sus padres, es Carlos quien gestiona esta ganadería de casi 300 animales, cerca de 200 vacas en producción, con muchos planes de futuro y con el espíritu de salvaguardar la histórica tradición ganadera de la comarca de la Cuenca Alta del Manzanares.
“Yo soy la tercera generación ganadera tras mi abuelo Ramón y mis padres, Juan Ramón y Fátima. Empezó mi abuelo con veinte años, más o menos en 1939, llevando leche al hospital de tuberculosos de Cantoblanco. Como la tuberculosis se transmitía de madres a hijos, pidieron a mi abuelo que les llevara leche para dar a los niños de las madres tuberculosas y evitar que se contagiaran. Y así se inició la historia de nuestra ganadería”, explica Carlos sobre este peculiar comienzo.
De modo que su abuelo paterno compró cinco o seis vacas, que mantuvo durante un tiempo en unos sótanos del sanatorio hasta que, un tiempo después, logró comprar una finca cercana, en Cantoblanco, y hacer una casa y una cuadra, en la que comenzó su ganadería.
Sin embargo, ni su abuelo ni su familia habían tenido antes vacas de leche. “La vinculación más cercana era con mi bisabuelo que, aunque nunca tuvo vacas, sí trabajó como mayoral de una ganadería de toros bravos que había en Colmenar Viejo. Lo que sí había hecho mi abuelo, desde que tenía 10-12 años, era ir por las tardes, tras salir del colegio, a las granjas de la zona, de gran tradición ganadera, para ordeñar las vacas (una o dos) que tenía la gente en casa”, explica Carlos.
En la finca de Cantoblanco estuvieron hasta 1987, cuando se mudaron a la zona donde están ahora porque les expropiaron los terrenos para hacer la Universidad Autónoma de Madrid.
“Una vez le expropiaron, mi abuelo compró esta finca, en la que no había nada, hizo la cuadra y se vino aquí con las vacas. Mi abuelo se jubiló cuando mi padre se hizo cargo de la ganadería en esos años. Antes había ayudado a mi abuelo en la finca anterior en la que llegaron a tener 25 vacas, que son las que cabían en la cuadra”, añade Carlos.
La vocación de este ganadero madrileño por las vacas viene de estar siempre rodeado de ellas desde pequeño. “Mi padre me traía con él a la granja ya con tres años, para que no molestase a mi madre, que estaba embarazada de mi hermano. Recuerdo estar siempre con las vacas. De hecho, en mi infancia, cuando salía del colegio le decía a mi padre que no se fuera a la finca hasta que no llegase yo. Y durante el verano o cuando tenía vacaciones, venía más. Siempre me ha gustado”, añade.
No obstante, pese a su temprana y clara vocación, cuando terminó sus estudios en el colegio, no se pudo incorporar al negocio familiar porque todavía no tenían suficientes vacas. Entonces decide estudiar un módulo de automoción para trabajar fuera, ganar dinero, invertirlo en la granja y agrandarla para poder trabajar en ella. “Empiezo a trabajar como mecánico en 2004 en la Renault de Colmenar durante dos años y después, en 2006, comienzo a trabajar en Iberia como mecánico de aviones, pero siempre compaginándolo con la ganadería hasta que en el año 2019, tras hacer poco a poco una reforma, la nave nueva, la sala y aumentar el rebaño hasta 80-90 vacas en ordeño, me incorporo definitivamente a la granja a tiempo completo”, recuerda orgulloso.
“En Iberia tenía un buen sueldo como mecánico de aviones, con 30 días laborables de vacaciones, que era un mes y medio de vacaciones en total, no pasaba frío en invierno, ni calor en verano, y me decía la gente que cómo me venía con las vacas, que no hay días libres… Pero no me arrepiento de nada. Para mis compañeros también era una cosa extraña, en Madrid mucho más. Muchos venían con sus hijos a ver a las vacas y muchos me decían que pensaban que en Madrid no había vacas. Pero sí que las hay, no muchas ya, pero siempre hubo mucha tradición, sobre todo en esta zona de Colmenar Viejo”, rememora.
Cuando su padre se jubila, la titularidad de la ganadería pasa a él. Hoy ya tiene más de 150 vacas en producción y un proyecto futuro de ampliación en una finca cercana que ha comprado para crear una nueva nave con 4 robots de ordeño que le permitirían tener unas 250 vacas más en producción. “Mi padre no quiere. Me dice que con esto me conforme y que me complicaría mucho la vida, pero soy ambicioso, quiero agrandar el negocio”, afirma.

Actualmente, en Granja La Becerra trabajan dos empleados y Carlos a jornada completa, además de su hermano César, que trabaja a media jornada, compatibilizándolo también con su trabajo como mecánico de aviones en Iberia, como hizo Carlos.
“Yo hago el carro por las mañanas para todo el día y mientras voy echando de comer a los animales, los empleados van metiendo las vacas y se ponen a ordeñar. Cuando están los dos empleados, ordeñan ellos, y si libra uno, o bien yo, o bien mi hermano, nos metemos a la sala de ordeño. Después se limpia y se da de comer a la recría”, nos cuenta sobre el día a día.
La ganadería tiene más o menos unos 300 animales en total. De las que cerca de 200 son vacas en ordeño, 20 o 25 secas y lo demás es recría, de la que una parte se hace en casa, donde tienen unas 20 terneras en casetas hasta el destete, y otra parte en el centro de recría CowVet, en Valencia, con los que trabajan desde hace unos tres años porque no disponen de sitio suficiente en la granja para todas las terneras.
“Hemos recibido ya bastantes novillas de allí y la verdad que vienen con un buen desarrollo y hacen un buen trabajo. Se las llevan a partir de los 15 días y las traen con unos siete meses. La recría que nosotros hacemos en casa la tenemos hasta los 6 meses, primero en casetas y luego en corrales en grupo, y a partir de esa edad la llevamos a otra finca hasta la edad de inseminación. Las inseminamos aquí y cuando ya están diagnosticadas nos las volvemos a llevar a la otra finca hasta que están preñadas de 7 meses, nos las volvemos a traer y las metemos con las secas hasta que paren”, detalla sobre el protocolo seguido para la recría.
Dos ordeños diarios

En Granja La Becerra hacen dos ordeños al día en una sala GEA de 2 X 8. Por la mañana ordeñan a las 7:30 horas y por la tarde a las 18:30 horas. El ordeño lo hacen entre dos personas y tardan unas dos horas y media en completarlo. “Cuando hicimos la reforma, puse la sala de ordeño actual pensando en 100 vacas, pues entonces ordeñábamos 25. Entonces, para mí pasar de 25 a ordeñar 100 fue un paso grande y costó mucho. Pero esa meta de ordeñar 100 ya se ha quedado corta. Ahora ordeñamos unas 150 y ya nos parece también poco, nunca nos parece suficiente”, añade.
En verano están en una media de 36 litros porque estos meses bajan de 2 a 4 litros la media, pese a tener ventiladores, duchas, etc. El resto del año están en 38-40 litros por vaca y día.
En la granja actual los terneros los tienen en las casetas y luego pasan a corrales en grupos. Las vacas secas y las novillas preñadas están en un prado de las hectárea y media con un corral y un prado. En cuanto a las vacas en producción, tienen una nave con ventiladores semiabierta a un prado: “Aunque durante el día siempre están en la nave, y a lo mejor por la noche alguna se va a dormir al campo. Están en libertad, pero prácticamente no salen al prado. Se quedan a la sombra porque además en la nave tienen la comida y el agua. Pero no son prados para pastoreo, solamente para que se puedan mover”.
Por otra parte, la dificultad de encontrar mano de obra no ha sido un gran problema para Carlos, al contrario que sucede en otras zonas de España. “Aquí en Madrid, al menos en mi caso, siempre que he necesitado contratar a alguien no me ha costado mucho; lo que cuesta es que aprendan el trabajo. Traes una persona, la enseñas y cuando más o menos sabe, pues muchos se van porque suelen ser trabajadores extranjeros que vienen a trabajar un tiempo hasta que ahorran. Entonces toca otra vez empezar de nuevo y ese aprendizaje cuesta. De los dos empleados que tengo ahora, uno lleva ya dos años conmigo, es un buen profesional y sabe ordeñar, y el otro solamente lleva un par de meses”, subraya.
Preguntamos también a Carlos sobre si considera que en Madrid, donde el sector primario hoy ya no tiene tanto peso, se cuida el mundo rural desde las administraciones. “En muchas ocasiones parece que estamos abandonados y posiblemente sea así. Pero en mi caso, cuando me incorporé pedí a la Comunidad de Madrid una ayuda de primera instalación y me dieron un 60% de toda la inversión que hice y un dinero a fondo perdido. Dos años después, pedí otra vez ayudas para mejoras y siempre me las han aprobado. Y este año he pedido la última y también me la han concedido. Y sé que otras comunidades no sacan este tipo de ayudas. Aunque es verdad que en Madrid las ganaderías de vacuno lechero somos un negocio residual, porque quedamos muy poquitos y es una comunidad en la que el campo tiene poco peso, yo siempre he recibido ayuda de la Comunidad de Madrid y estoy agradecido. Y el control lechero también está subvencionado”, explica al respecto.
Carlos pertenece a AFRIDEMA, la Asociación Frisona de Madrid, y también está dentro de UGAMA, la Unión de Ganaderos y Agricultores de la Comunidad de Madrid.
En Granja La Becerra trabajan desde hace 15 años con el veterinario Sergio Santos, de Bovitecnia: “Tener un veterinario de confianza que te asesore bien es lo que queremos los ganaderos. Creo que el veterinario, junto al nutrólogo, son los pilares de una ganadería”.
Con el nutrólogo, sin embargo, han pasado por muchas fases. “Cuando empezamos no teníamos carro y trabajábamos con una cooperativa; al principio nos iba bien, pero después tuvimos problemas. Hasta que ya incorporamos maquinaria, compramos un carro, un tractor para moverlo... Y empezamos a trabajar con Daniel Bolívar, de SETNA, con quien mejoró mucho la calidad de leche y la producción. Cuando Bolívar se jubiló, hace poco, lo sustituyó Marta de Antonio. Hemos seguido trabajando con ella, nos formula las raciones y nosotros lo compramos donde queremos y las vacas funcionan igual de bien”, explica Carlos.
En la zona en la que se encuentran no disponen de tierras de cultivo, por lo que tienen que comprar todos los ingredientes de la alimentación. “Solamente puedo ahorrar con las novillas en primavera, que hacen pastoreo cuando está la hierba verde, pero el resto del año es todo comprado, tanto el pienso como el forraje”, apostilla Carlos, que reconoce que los ganaderos que tienen base territorial y no tienen que comprar o solo tienen que hacerlo parte, están menos expuestos a los precios del mercado. “En mi caso, lo único que puedo hacer es comprar más cantidad en los años buenos para no tener que hacerlo, o hacerlo en menor cantidad, cuando venga un año malo. Ahora, por ejemplo, que hay mucho forraje, hay mucha paja, que está barata, pues a lo mejor compro para dos años”, añade.

La ración de las vacas de producción se compone de 2 kilos de alfalfa; 1,5 kg de algodón; 11 kg de pienso; 7 kg de cebadilla; 6 kg de pulpa fresca de remolacha; 18 kg de silo de maíz y 10 kg de silo de avena-veza. Las vacas secas comen 6 kilos de paja; 4,5 kg de pienso y 4 kg de cebadilla. Y para la recría utilizan pienso de una fórmula que hacen para las novillas y forraje de avena o paja o forraje de heno, todo en diferentes cantidades para las diferentes edades.
No varían las raciones de invierno a verano.
A los servicios de alimentación, suman los de podología bovina con Gerardo Alvarado, de Patasur. La calidad en la salud y alimentación de sus animales junto con las reformas en las instalaciones – montaje de casetas para los terneros, ventiladores en las naves, ampliación de línea de bebederos, duchas para las vacas en la sala de espera, cepillos para rascarse, etc.– se ve refrendada por la auditoría que periódicamente pasan para recibir el certificado de bienestar animal.
Desde 2010 entregan la leche a Entrepinares, con un precio base de 50 céntimos. “La abundancia de leche se ha acabado y la tendencia va a ser que cada vez escasee más. Siempre pensé que esto iba a pasar algún día. Es decir, cuando en 2015 terminaron las cuotas, la producción se fue manteniendo, incluso subió un poco porque los que íbamos creciendo compensábamos a los que se abandonaban la actividad ganadera. Pero siempre he creído que llegará un momento en el que los que quedemos seremos tan pocos, porque no hay relevo generacional, que no vamos a ser capaces de compensar la producción de los que se van. Y está empezando a pasar”, destaca.

Carlos reconoce que “el sector necesitaba una transformación”. “En las granjas, para ser rentables, hacen falta inversiones, maquinaria para mejorar el trabajo, disponer de mano de obra. Y también tener días libres; mi padre y mi abuelo tuvieron muy pocos días, pero la vida va evolucionando y hay que tener vacaciones como todo el mundo. Como digo, hacía falta una la transformación. Cada vez hay menos ganaderos y mayor volumen de animales por granja. Pero yo creo que la Administración, en vez de abandonar al sector para que por sí mismo se reestructurase, tenía que haber hecho algo para fomentar que los jóvenes tuvieran ganas de seguir en el negocio. Porque una granja no es como otros negocios, que si te va bien, estupendo, y si te va mal, pues mañana no pasa nada. Con la inversión que hace falta para montar una granja es imposible que un joven empiece de cero; necesita un apoyo. Si no es así, es muy difícil seguir”, explica.
No obstante, Carlos es muy optimista respecto al futuro del sector. “Ahora posiblemente vengan los mejores años porque hay escasez de leche; no hay mejor cosa que el que haya escasez de algo para que valga dinero. Y en el futuro también habrá escasez de producción por lo que el aumento del precio de la leche ha venido para quedarse y va a seguir aumentando. Vienen los mejores años para el negocio. Soy muy optimista”, recalca.
Cómo se percibe la ganadería
Respecto a la moda por el veganismo y posibles opiniones negativas sobre el campo, este ganadero madrileño destaca que “se trata de tendencias que al final caen por su propio peso”. “Lo primero es que quien critica al sector, lo hace porque no conoce ni el campo ni la ganadería. Se ha humanizado a los animales y tenemos que saber separar esa imagen; quienes nos critican no meterían a una vaca en su casa porque ni se puede ni quieren. Nosotros damos a las vacas todo el bienestar posible”, apunta.
Tampoco concede demasiado crédito a la moda de sustituir la leche por bebidas vegetales. “Hay pocos alimentos que sean tan completos como la leche. Solamente bebiendo leche, una persona puede mantenerse en pie. Todo este grupo de bebidas que ha salido para competir con la leche, al final han quedado de forma de residual. Habrá quien lo seguirá consumiendo, pero al final la gente se da cuenta de cuáles son los productos de calidad, más allá de intereses y campañas de marketing, y lo bueno perdurará. De hecho, pese a los bulos y la desinformación de los últimos años para desprestigiar el producto, parece que otra vez está repuntando el consumo de leche, queso, yogures... Todos esto son ciclos, pero al final el consumo de leche y quesos se van a mantener siempre”, afirma convencido.
¿Qué importancia das a la genética?
Una anécdota que demuestra la pasión por la genética de Carlos es que cuando empezó a trabajar con 20 años el primer sueldo que ganó lo destinó a comprar un tanque de semen y dosis seminales. “Cuando tienes 20 años lo normal es que pienses en otras cosas, pero a mí lo que me gustaba siempre era esto”, destaca.
Granja La Becerra utiliza así los servicios de recría genómica y de acoplamientos de CONAFE. Su apuesta por la genómica es firme y hace ya 3 años empezaron a genotipar su rebaño.
“Cuando empecé con Entrepinares no existía el genotipado. Entonces, siempre seleccionaba los toros por producción. Pero posteriormente, para mejorar la producción de proteína, empecé a escoger toros por ese carácter y ahora mismo tengo mucha leche y calidades. Hace tres años, además, empezamos a genotipar la granja, lo hicimos con todas las terneras. Y ahora retomaremos el genotipado con el servicio de recría genómica de CONAFE, con quien también usaremos el servicio de acoplamientos para afinar más y conseguir eliminar los fallos que tenemos en patas y ubres y obtener vacas más longevas y con mejor producción. Lo mejor del servicio de acoplamientos de CONAFE, como son muy profesionales, es que te dicen o bien los toros que mejor se acoplan a tus terneras según el genotipado o bien tú eliges los toros y ellos te recomiendan con cuáles de tus animales sería el mejor acoplamiento. Nosotros no somos capaces de afinar tanto, pero con las herramientas y el conocimiento que tienen en CONAFE podremos tener mejores resultados”, añade.
Los últimos dos años han realizado trasplantes de embriones a sus novillas y han comprado recientemente más embriones en Canadá para implantarlos después del verano.
“A veces también compramos animales para crecer y mejorar. He comprado en Alemania hace poco, en Francia el año pasado y también en España, de Unión Montaribe. Recriamos todo porque siempre hemos estado creciendo, pero cuando ha hecho falta, hemos comprado. Lo que nunca hemos hecho es vender animales”, añade.
En definitiva, si se cumplen las expectativas de Carlos respecto a su futuro proyecto de ampliación, la familia García Colmenarejo manejará un rebaño de 400 vacas ordeñadas entre 4 robots y la sala actual. Será el resultado del trabajo de este ganadero madrileño, la pasión por su profesión y su ambición por vivir de y con las vacas lecheras.
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