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Sdad. Coop. Nuestra Señora de Boedo
Redacción Revista Frisona

Sdad. Coop. Nuestra Señora de Boedo

Visitamos esta ganadería palentina para mostraros cómo trabajan

Visitamos la Sdad. Coop. Nuestra Señora de Boedo (Báscones de Ojeda, Palencia) para conocer a sus cuatro socios –la pareja formada por Juan Bravo Barreda y Benita Bravo Ruiz, su hijo Javier y la pareja de éste, Cristina Blanco– y hablar con ellos de su ganadería y del sector.

El origen de esta ganadería se remonta a los años 80 del siglo pasado y a las ocho vacas que tenía el padre de Juan en una cuadra. Por entonces hicieron el saneamiento voluntario, saliendo todos los animales positivos. Como resultado, hubo que hacer vacío sanitario, pero después de seis meses de inactividad ganadera, Juan decidió volver a montar la ganadería. Poco tiempo después y con seis vacas (4 alemanas compradas y 2 sorteadas por la Diputación de Palencia), los jóvenes Juan y Benita se embarcaron en la aventura que hoy comparten con su hijo y su nuera.

“Salí de la casa familiar de mi padre e hice una primera nave y allí, con ventipocos años, comencé, nos cuenta Juan. Por aquellos años, nos defendíamos; teníamos una pequeña agricultura y contábamos con la ayuda de mi padre. Fue creciendo la ganadería y cada cinco años nos metíamos en un préstamo e íbamos aumentando y creciendo poco a poco. Hasta el 2004, que ya Javier se aficionó a las vacas y decidimos formar la sociedad cooperativa. El motivo de montar la cooperativa fue un poco porque siempre pensé que no está muy bien estructurado esto del campo; es decir, yo veía un problema grande en los relevos, en que el chico que se queda en la explotación al final no es que herede, es que tiene que pagar la explotación dos veces: cuando la está haciendo grande y luego a sus hermanos, como herederos, y yo no lo veía bien ni para mí, que me ha tocado, y menos para ellos.

El rebaño actual está formado por 205 animales, de los que 96-97 son reproductoras y el resto recría. Nunca han entrado animales de fuera, salvo cuando se incorporó Javier, que compraron diez novillas holandesas. Les gusta criar sus propias novillas por bioseguridad y porque tienen campo suficiente para hacerlo. De la recría y del resto de tareas se encargan Juan, Javier y un empleado, mientras que las labores administrativas son responsabilidad de Cristina. “A mí, afirma Benita, solo me llaman para firmar”; aunque ahora ejerce más de abuela, siempre echa una mano en la ganadería cuando es necesario.

Asociacionismo

En estos momentos no pertenecen a ninguna organización ganadera exceptuando Fefricale; trabajan con una cooperativa que les suministra materias primas para la alimentación, pero no son socios.

Juan, que ha estado más involucrado en la política ganadera  Por su experiencia, Juan piensa que las cooperativas que son primeros compradores no transformadores del producto, no sirven. “Yo he estado en ellas, he sido fundador, he fomentado muchas proyectos, pero no sé que pasa que no se quiere avanzar y entonces es tiempo perdido.

Vídeo de la ganadería Sdad. Coop. Nuestra Señora de Boedo

Reparto de tareas

Como nos cuenta Javier, él y Cristina se encargan de la ganadería y su padre se dedica más al campo.

“El futuro son ellos, interviene Juan, y para mi es una satisfacción”. “El relevo, continúa, es tal vez uno de los mayores problemas de la ganadería. Con la inversión que hay que hacer en una ganadería, si no hay un relevo, ¿te jubilas a los 65 años y abandonas todo o sigues trabajando hasta que te mueres? Si no hay relevo y ni hay continuidad, no tiene mucho sentido invertir.

Terreno agrícola

A la pregunta de si tienen finca agrícola, Juan contesta riendo “¡tenemos muchas!”. Trabajan una 210 hectáreas (60 en propiedad), pero en muchas parcelas y algunas, muy pequeñas. La dispersión parcelaria es otro problema importante al que hacer frente. “Aquí el terreno es malo, afirma Juan, porque es muy ácido, y la alfalfa y demás se da mejor en regadío, pero en el pueblo hay ciento y pico hectáreas de regadío y a lo mejor hay 300 propietarios... Nos vamos apañando, juntando parcelas, pero es difícil”.

Cultivan cereales, maíz y cebada que se utiliza para la comida de los animales. ¿Se nota en la cuanta de la alimentación? “Hay quien dice que es mejor una ganadería con tierra, responde Juan. Pienso que son dos cuentas diferentes, pero sí es verdad que es un apoyo. Si tienes silos suficientes, tienes un montón de comida”. “Además –interviene Javier– para el tema de los purines también es una ventaja tener tierra. Nosotros, al disponer de terreno, no tenemos problemas”.

Hablando de medio ambiente surge la cuestión de la responsabilidad de la actividad ganadera en el calentamiento global y Javier lo tiene claro “ahora, con la pandemia, se han mejorado mucho los niveles de metano y las vacas seguían funcionando…”

“Todo esto es política, que no va con la realidad del día a día”, afirma Juan. “Parece que la ganadería no vende muy bien ahora en Europa, pero la economía se mueve gracias a los que estamos aquí, pegados al suelo… Te hacen cumplir normas, invertir en máquinas… Con el nuevo decreto para el manejo de los purines (RD 980/2017) nos obligan a comprar un equipo para distribuirlos, pero no hacen un control de qué estoy haciendo con ellos; no tiene mucho sentido. Los más interesados en hacer las cosas bien somos nosotros; yo no quiero contaminar mi tierra de nitratos, quiero hacer las cosas bien.

Como explica Javier, a partir del 1 de enero, no se puede tirar purín en abanico, ni a ciertas temperaturas, ni con lluvias… ¿Y cuándo lo tiro?, se pregunta Juan. “Nos hacen invertir otros 10.000 euros y al final lo tiras igual, en vez de en abanico, en bandas. No sé dónde está el beneficio, pero como dicen que lo hay, pues nada, cumplimos.

Alimentación

Llevan un año trabajando con el nutrólogo que les lleva la alimentación y desde entonces, con los cambios en componentes y cantidades que ha hecho, han observado un aumento de la producción.

La ración para vacas en producción se compone de silo de maíz (16,700 kg), pulpa de remolacha en silo (9 kg),  núcleo de pienso (6,700 kg), silo de forraje de avena (5,700 kg), harina de maíz (5,200 kg), heno de alfalfa (2 kg) y correctores (100 gramos por animal).

Las novillas comen silo de avena (4 kg), paja de cereales (2 kg), pienso (1,800 kg), heno de hierba (1,5 kg) y harina de maíz (1 kg). Las secas comen paja (5 kg), hierba (2,600 kg), harina (2 kg), heno de alfalfa (1 kg) y pienso (1,5 kg). Las terneras hasta los 2 meses están con leche y con un pienso de arranque.

Genotipado de la recría y selección del rebaño

Este año han empezado a genotipar todas las terneras en 2020 con muestras de cartílago. Como explica Javier, los datos que te dan estos programas “sirven para tomar decisiones bastante importantes a la hora de seleccionar los animales que te quedas, de acoplar y también nos ha servido para corregir la paternidad de una ternera. Hace dos meses también hemos hecho acoplamientos con el servicio de CONAFE y nos ha parecido bien. Son cosas que facilitan la gestión; se mejora la calidad en todo”.

Javier es quien toma las decisiones en cuanto a selección y mejora, buscando de todo un poco en general: producción, calidades y una vaca que dure. En los acoplamientos que han hecho recientemente con CONAFE es lo que han destacado. “Creo que ya tenemos vacas bastante correctas, aún así con el genotipado y los acoplamientos espero dar un salto importante en la mejora genética de nuestra ganadería".

Estructura de la explotación

En la nave principal están las vacas en lactación, en cubículos con cama de paja desde hace un año y medio. En otras naves cercanas están la recría –dividida en tres lotes más las pequeñas, que están en las casetas– y las secas, todas ellas en cama caliente.

Su idea es finalizar el plan de mejora que iniciaron hace tres años (en 2020 se cumple el cuarto) y que incluía, además de la incorporación de Cristina, ampliar la nave, poner los cubículos e instalar dos robots de ordeño, que empezarán a funcionar el próximo enero. Hasta entonces, siguen haciendo dos ordeños diarios en la sala en espina de pescado de 2 x 7, con una media de 33,5 litros de leche por vaca y día que entregan a Pascual.

El objetivo para un futuro cercano es acondicionar las instalaciones para la recría y mantener el número de animales adecuado para los dos robots.

“A la ganadería, cuenta Juan, hay que ponerle un límite y gestionarla bien. Ya mi padre decía que este negocio era un caldero con muchos agujeros que hay que tapar. De nada te sirve crecer y crecer si el caldero sigue con muchos agujeros; al final no encuentras rentabilidad. Creo que una buena explotación, para nosotros, con 130 vacas en ordeño, con dos robots, gente joven, está bien, pero bien gestionado. Crecer más supondría una nave más, un empleado más y al final no vas a tener más calidad de vida.

Manejo de la ganadería = gestión de datos

Los socios de esta cooperativa coinciden en la importancia de la informatización de la explotación. Toda la información cuenta y el manejo de los datos más aún. Trabajan con un programa de gestión del rebaño y otro de gestión de fincas, en los que Javier y Cristina se encargan de registrar cada tarea, cada producto, etc.

Siguiendo esta línea de aprovechar toda herramienta de gestión que les pueda ser útil, están participando en el programa (Red de explotaciones de Castilla y León, Vacuno de leche). “Te piden una serie de datos –explica Cristina–; hacen un estudio de la rentabilidad de la empresa, la producción, los costes, etc. y hacen una comparativa con el resto de explotaciones que están en el programa para que veas por dónde vas. Es el primer año que lo hemos hecho y es interesante; te puede dar información de lo que estás haciendo bien, lo que puedes mejorar y podemos compararnos con el resto explotaciones. Creo que es interesante a largo plazo, para ver cómo vas evolucionando y si lo que tú pensabas que iba a ser rentable y eficiente, sí lo es. Con el tiempo lo veremos”.

Para Juan, que siempre ha sido muy echado para adelante según Javier, siempre es positivo saber por dónde te mueves. “La tecnología está para ayudar”, afirma este ganadero palentino. “Son herramientas que tienen que estar ahí, pero para usarlas, porque tener muchos datos si luego no te paras a pensar lo que te están diciendo, tampoco te sirve nada. No consiste en amontonar animales ni en trabajar más, sino en hacerlo bien. Esa es la clave”.

Bienestar animal

La cooperativa está dentro del programa de certificación de bienestar animal de Pascual. ¿Qué les diríais a la gente de fuera del sector que habla del maltrato animal?, preguntamos. “Yo les diría, responde Juan, que nadie mejor que el ganadero cuida sus animales, pero esa gente se tiene que preocupar también del bienestar del ganadero. Nosotros venimos haciendo una media diaria de 10-12 horas… ¿con qué sueldo? El bienestar del ganadero es importante; el bienestar del animal, por supuesto y nadie más interesado que los propios ganaderos de atender bien a sus animales. Si yo abro la puerta de la finca ahora, seguro que no se va ninguna vaca, eso significa que están a gusto”.

“Creo que es uno de los problemas que tenemos en el campo –interviene Javier–, el desconocimiento, falta de educación o como lo quieras llamar”.

“Es un problema estructural, de toda la vida” opina Juan. “Cuando hablo con la gente, no se me ocurre hablar del metal o del transporte, que desconozco, pero todo el mundo habla del campo y de agricultura. Creo en las sociedades y en las cooperativas, pero bien entendidas. Las cooperativas no tienen por qué dar todos los servicios, a veces sería más interesante que prestarán los servicios a través de empresas terceras más eficientes. Con el consiguiente ahorro en amortizaciones, mantenimientos, etc. con lo que se conseguiría repartir algún beneficio a los accionistas que son los agricultores y ganaderos."

La realidad del campo

Con la experiencia de estos años, le preguntamos a Juan si hay algo que no hubiera hecho, si cambiaría algo. “Seguramente volvería a cometer algún error que otro, responde, pero yo he estado a gusto. Nosotros empezamos muy jóvenes, con venti pocos años y en aquella época lo que aquí había era nada. Si nos hubiesen asesorado bien, por ejemplo, a la hora de hacer la primera nave, o los ayuntamientos hubiesen facilitado terrenos, tal vez hubiera sido distinto, pero empezamos poco a poco donde pudimos. El error es ese, que casi todo lo hemos hecho dos veces y eso cuesta dinero”.

Javier explica que están en un sitio cerrado y con poco espacio. “Es lo que nos pasa ahora, continua Juan, con las concentraciones parcelarias que no se hacían pensando en lo que se nos venía encima. Luego, las medidas jurídicas que vienen de Valladolid o de Madrid… ¿qué saben ellos de aquí? ¿cómo no puedo construir más del 50% de una parcela? Si tengo dos parcelas juntas que son mías y no puedo construir o las tengo que unificar, eso cuesta dinero”.

“Nosotros lo que sí hacemos, sin decirlo, es lo que dicen los políticos sin hacerlo: conciliar el trabajo y la familia” dice Juan. Todos trabajan en la ganadería, incluida Beni si es necesario, “pero al final tratamos de conciliar la familia y el trabajo entre todos”. Una buena relación entre los cuatro socios que les hace afirmar que el punto fuerte de su ganadería es el capital humano, que para ellos es muy importante.

Planes de futuro

“Pues poner a pleno rendimiento los robots y mejorar las instalaciones de la recría. Y seguir con el programa de genotipado que hemos empezado con las nacidas este año, la idea es seguir con ello” explica Javier.

¿Y el futuro del sector? “Si cuando yo empecé había 100.000 ganaderos, ahora habrá 10.000 –afirma Juan– y en el futuro serán pocos, quedarán 5.000 muy dimensionados y creo que esos no tendrán problemas porque la leche sigue haciendo falta. Pero será a base de saber controlarlo, si no, no se tendrá una calidad de vida decente.

Y qué se puede hacer, le preguntamos a Juan. “Pues políticas de ayudas a la innovación, de relevo… Ver cómo hacemos para poder ofertar las instalaciones ganaderas a los obreros, a la gente que quiera seguir en la explotación cuando tú te jubiles. Es complicado, pero si no se hace eso, al final entierras un montón de dinero y toda una vida de trabajo para nada. Además hace falta mucha formación. Hoy la ganadería no es como cuando empecé yo, con los estudios básicos; hoy necesitas formación, el que se quiere dedicar a la ganadería, tiene que estudiar.

Ayudas de la Administración

Tanto Javier como Cristina tuvieron ayudas de la Junta de Castilla y León cuando se incorporaron a la explotación, además de la ayuda por el plan de mejora, aunque para Cristina, podían ayudar más.

“Es un defecto de la Junta de Castilla y León –apunta Juan– y no sé si de otras CCAA, que aquí ayudan a un joven con una subvención que tiene que invertir en la propia explotación y luego, fiscalmente, se lo quitan porque no contemplan un plazo largo, sino que al año siguiente tienes que pagar. Javier tuvo una subvención de 16.000 euros que tuvo que invertir en la explotación y compramos una parcelilla y nos ha permitido venirnos para acá. Pero aprueban la ayuda en diciembre, le dan el dinero en febrero, hace la declaración en mayo y tiene que pagar 7.000 euros… ¿y cómo lo paga? Pues lo paga la sociedad cooperativa. No estoy en contra de declarar la ayuda, pero que se reparta en cinco años para amortizarla, no al año siguiente. Tienen que hacer mejor las cosas en ese aspecto. Si me obligas a mantener la actividad 5 años, fiscalmente contémplamelo en 5 años. Por otro lado, hoy día, si no tienes una base sobre la que continuar, los jóvenes lo tienen muy difícil”.

Para finalizar, defender nuestro producto

Otro eslabón de la cadena que afecta al sector productor de leche es el consumidor y su percepción de la leche como alimento y la ganadería como actividad. “Yo entiendo que la sociedad lo que tiene que hacer es proteger a los animales, por supuesto, pero proteger a los ganaderos y agricultores ante todo”, insiste Juan. “Que piensen que los carrefour y los mercadona se llenan gracias a que estamos nosotros por aquí. Educar al consumidor, no sé... Más que al consumidor hay que educar desde la escuela. Mi humilde explotación siempre ha estado abierta a que venga cualquier colegio porque me gusta que vean las vacas. En la escuela no se enseña lo básico: que somos humanos, que tenemos unas necesidades básicas como es la alimentación, que hay que cuidarla y tiene que ser segura. Y no olvidar que tenemos que competir en igualdad de condiciones; si competimos aquí con seguridad alimentaria y luego vienen productos de Argentina o de cualquier otro sitio y de cualquier manera, pues tenemos un problema. Si todas estas cosas se dijeran en las escuelas, y si comieran más naranjas, más manzanas, más leche… pero no de brick, que se sepa de dónde viene”.

Respecto a la necesidad o no de potenciar las campañas de etiquetado, indicando la procedencia, etc., Juan lo tiene claro. “Es más sencillo”, afirma. “Creo que si apoyaran más de verdad al ganadero, eso sería la trazabilidad. Como consumidor en una carnicería, tendrías que saber que ese filete es mío, nada más poner el teléfono en un código QR; no hace falta mucha etiqueta, pero no se hace nada a ese respecto. Hay que ser más prácticos, no hace falta mucha parafernalia, lo que pasa es que con la parafernalia vive mucha gente.”

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