Sostenibilidad en las granjas de vacuno de leche
Artículo técnico publicado en la revista Frisona Española 259 (ene-feb 2024)
Introducción
El término sostenibilidad (o sustentabilidad, en América Latina) se ha popularizado en muy pocos años, siendo utilizado con profusión tanto en los medios de comunicación como en nuestras conversaciones.
Podemos encontrar diversas definiciones de este concepto, todas muy parecidas. Siguiendo a Roch y col. (2022) podría decirse que la sostenibilidad es una cualidad que permite que los sistemas productivos puedan satisfacer las necesidades actuales sin comprometer las futuras en ninguno de sus ámbitos: económico, social y ambiental.
La mayoría de los que hablan de sostenibilidad están pensando, fundamentalmente, en la sostenibilidad ambiental de una actividad económica, como lo es la producción ganadera. Pero el concepto, tal y como se ha definido, va mucho más allá.
La continuidad de la ganadería sólo podrá ser posible si se garantiza su sostenibilidad económica. Si la actividad ganadera deja de ser rentable para las personas que viven de ella, se puede provocar su abandono y, con ello, un enorme perjuicio sobre los factores y sociales relacionados. Este desafío de ser económicamente competitivo debe conjugarse, al mismo tiempo, con ser capaz de hacer frente a los retos sociales como son la preocupación por el impacto ambiental y éticos de la producción animal.
Por esta razón, cualquier modificación en los sistemas productivos (por ejemplo, cambios y exigencias legislativas) debe tener en cuenta su impacto en dicha sostenibilidad económica para que el rendimiento no se vea afectado. En el momento de escribir estas líneas se están produciendo en toda la Unión Europea manifestaciones masivas de agricultores y ganaderos, con sus tractores en las carreteras, para protestar (justificadamente, en nuestra modesta opinión) por una situación que les dificulta ganarse la vida ejerciendo una actividad estratégica como es la producción de alimentos.
Sostenibilidad de los sistemas productivos
En la producción de alimentos, la sostenibilidad tiene un elemento diferencial que hemos de considerar. Como sociedad debemos dar respuesta al desafío del incremento de la población mundial a lo largo del último siglo (Figura 1). Tenemos el reto de suministrar alimentos en la cantidad y calidad suficiente para satisfacer las necesidades nutricionales de toda la población. Y, además, hacerlo en un contexto de cambio climático y de limitación de disponibilidad de recursos naturales.
El Acuerdo Verde, como última propuesta de la UE, apuesta por el desarrollo de una economía limpia y circular. Desde esta política se deriva la Estrategia “De la Granja a la Mesa” y la de Biodiversidad o la economía circular. Esta estrategia es un nuevo enfoque integral en la forma en que la UE, en nombre de los propios ciudadanos europeos, valoran la sostenibilidad de los alimentos, de forma que incorporan objetivos, no sólo ambientales, sanitarios y sociales, sino incluso éticos en lo referente al modo en cómo se producen los alimentos. Con esta estrategia de producción de alimentos en la UE, no sólo deberán ser seguros, abundantes, nutritivos y de alta calidad, sino que deberán ser producidos también de forma sostenible (Figura 2). Sin embargo, no se dice nada de garantizar la rentabilidad de la producción a agricultores y ganaderos (de hecho, se limita el tamaño máximo de las granjas), ni de la contradicción que supone limitar el uso de fertilizantes y pesticidas con la producción abundante de alimentos.
El problema es que todo esto cuesta dinero, y mucho. Y el consumidor no parece muy dispuesto a contribuir a este mayor coste. Producimos y consumimos los alimentos que, con toda certeza, son los más seguros del mundo, pero estamos dispuestos a consumir los que proceden de otras latitudes con menos exigencias de todo tipo con tal de pagar menos. Con una huella de carbono mucho mayor (aunque solo sea por el transporte transoceánico) que los producidos aquí, en nuestras granjas.
La ganadería juega un papel fundamental como parte del suministro de alimento y de la conservación del medio rural, además de ser un pilar económico para las familias que se dedican a ella. El futuro del sector se debe apoyar en una mejora de la rentabilidad de las granjas que, a su vez, favorezca el establecimiento y la fijación de población en el entorno rural, asegurando el relevo generacional.
El sector ganadero debe ir de la mano de soluciones innovadoras y eficaces para afrontar los retos sociales más próximos como, por ejemplo, son la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y el mantenimiento de la salud y bienestar de los animales. Hablar de sostenibilidad en ganadería es complejo, ya que es un término que se apoya en tres patas: sostenibilidad económica, sostenibilidad ambiental y sostenibilidad social, y lograr una sin las demás no permitirá que las explotaciones sean sostenibles.
Aunque para abastecer las crecientes necesidades mundiales de alimentos de origen animal la ganadería ha ido evolucionando en todo el mundo, es en los países desarrollados, como el nuestro, donde se han incorporado tecnologías para mejorar la eficiencia productiva en todos los procesos y a lo largo de toda la cadena de valor. Y eso también es sostenibilidad económica y ambiental, pues obtenemos más productos empleando menos recursos.
Si observamos la Figura 3, podemos comprobar el enorme avance experimentado por el sector de producción de leche de vaca en USA en apenas 65 años, produciendo la misma cantidad de leche con muchos menos recursos (animales, agua y tierra) y con una menor huella de carbono.
Sostenibilidad social
Además de ser un suministrador de alimento y de proteína de alta calidad, la ganadería es una parte fundamental para la sociedad. Al estar principalmente ligada al campo, esta actividad contribuye a fijar población en el entorno rural y a su desarrollo, especialmente en zonas consideradas en riesgo de despoblamiento. Y eso también es sostenibilidad (social). Por ello, esta actividad debe afrontar cambios que la hagan una labor atractiva y rentable para las nuevas generaciones.
Durante las últimas décadas ha habido un progresivo abandono de la actividad y poco relevo generacional, provocando un aumento del tamaño de las ganaderías, ya que para poder subsistir, en muchos casos, han tenido que intensificar su producción. El uso de nuevas tecnologías ha contribuido a la adaptación a las circunstancias actuales. En algunos ejemplos, este crecimiento ha dado lugar a las llamadas macrogranjas, que aglutinan una gran cantidad de la actividad en un territorio relativamente reducido. Esta situación tiene sus luces y sus sombras, ya que por un lado, atrae empleo y población, lo que puede traducirse en un crecimiento económico en el futuro, y por el otro, capta las miradas sobre la gestión de residuos o sobreexplotación de recursos. En cualquier caso, el aumento debe ser siempre sostenible en el ámbito medioambiental, pero también en el social, ayudando en el equilibrio y la diversidad social.
En todo caso, el fenómeno “macro” no es, ni de lejos, exclusivo de la ganadería intensiva, y que tanta polémica concita en determinadas ocasiones. Ejemplos de “macro”, que trata de aprovechar las ventajas de la economía de escala, los tenemos mucho más cerca y no parecen dar lugar a tales polémicas: macro-centros comerciales, macro-fábricas de coches, macro-cruceros, macro-aviones, macro-urbanizaciones sin un solo comercio, que obliga a utilizar el coche para ir a comprar una barra de pan. Y podríamos seguir dando numerosos ejemplos.
En este punto conviene hacer hincapié en que la sostenibilidad social del medio rural y la fijación de población no sólo dependen de la rentabilidad de las actividades que en él se desarrollan, sino que hacen falta servicios: sanitarios, educativos, comunicaciones, internet, etc. Y muy importante, consideración y respeto social. La sociedad, mayoritariamente urbana, muy alejada y desconocedora del mundo rural, no sólo los ignora sino que también los desprecia, tachándolos de pedigüeños, contaminadores, derrochadores de recursos públicos en forma de subvenciones, y de maltratadores de animales. Ya hemos olvidado que nos siguieron alimentando todos los días, sin fallar uno sólo, en lo peor de la pandemia de COVID-19. También hemos olvidado que entre todos pagamos el multimillonario rescate bancario, y nos hemos conformados sin demasiadas protestas.
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Artículo técnico publicado por Antonio Callejo Ramos en el número 259 de la revista Frisona Española, correspondiente a los meses de enero y febrero de 2024.
Otros artículos de la serie sobre Sostenibilidad en granjas de vacuno de leche:
Sostenibilidad en granjas de vacuno de leche
Sostenibilidad en granjas de vacuno de leche (2)
Sostenibilidad en granjas de vacuno de leche (3)
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