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Ganadería Casás, tres generaciones y más de cuatro décadas de trabajo por el vacuno lechero
Redacción Revista Frisona

Ganadería Casás, tres generaciones y más de cuatro décadas de trabajo por el vacuno lechero

Visitamos esta ganadería de Carballo (A Coruña) para mostraros cómo trabajan

Asomada al Atlántico desde la bella Costa da Morte gallega, la Ganadería Casás (Carballo) lleva más de cuatro décadas de crecimiento y mejora continua de su granja de vacuno de leche. Convencidos de la importancia del bienestar animal, del valor de los datos genómicos y en proceso de reconversión a la producción de leche A2.  Además, con un relevo generacional en marcha, que supondrá la 3ª generación ganadera de esta familia de la comarca de Bergantiños, una vez que los hijos de Javier y Loli estén al frente de la granja que hoy ya codirigen junto a sus padres.

En una vaca procedente de Canadá comprada por el padre de Javier Casás. Ahí está el origen de Ganadería Casás, cuyo relevo generacional ya está en marcha con la incorporación de su hijo José a tiempo completo, tras la finalización de sus estudios hace dos años, así como con la reciente incorporación de su hija Noemí, tras completar también su formación y acumular experiencia profesional en Alemania.

“No éramos ganaderos ni labradores, por lo que no teníamos tierras con las que empezar. El origen de nuestra ganadería está en mis padres, que empezaron sin nada. Mi padre era peón y le faltaba un brazo que perdió a los 14 años. Quería ser profesor, pero en aquel momento por su incapacidad no pudo. Estuvo toda su vida trabajando de noche en una gasolinera de Carballo y antes en la mina. Y como trabajaba de noche, puso un gallinero aquí al lado y era muy meticuloso. Apuntaba las que daban huevos y las que no para cambiarlas. Pero como las gallinas no le daban dinero, puso cerdos, que dejó por falta de dinero para ampliar. Después compró una vaca de Canadá. Y ahí está el origen de la granja que tenemos hoy”, resume brevemente Javier sobre el origen de esta ganadería de Carballo.

Ganadería Casás tiene 92 animales en ordeño, aproximadamente 20 vacas secas y unos 100 animales en recría, de los cuales entre 50 y 60 son novillas de más de 12 meses y el resto son terneras.

Son socios de CONAFE a través de Africor Coruña (Fefriga). “También somos socios de una cooperativa local, Coreber, que nos lleva la leche y nos trae el pienso y para temas de reproducción, alimentación y podología trabajamos con Seragro”, nos explican. Además, toda la maquinaria agrícola que utilizan es en propiedad, excepto el carro unifeed, que es de una CUMA local.

Si miramos atrás, al origen de Ganadería Casás, podríamos centrarnos en cuatro hitos o fechas que definen su historia y situación actual: 1981, 1985, 1992 y 2004.

“Sería el año 1981 cuando me incorporé a trabajar con mi padre y pusimos la explotación con 9 vacas. Teníamos una sala de 4 puntos, 20 vacas y silos de autoconsumo”, recuerda Javier Casás, que hoy tiene 58 años, por lo que lleva ya 40 años al frente, tras incorporarse a la ganadería junto a su padre a sus 18 años.

“En 1985 hicimos la reforma y pusimos un establo para 20 vacas, aunque entonces teníamos 15 animales”, añade. Sus hermanos se habían ido a trabajar a Suiza y Javier recuerda cómo le ayudaron económicamente. “Una de mis hermanas era la única que permanecía aquí y ayudaba en la granja. Hoy trabaja en Africor”, apunta.

Posteriormente, en 1992, doblaron el tamaño de la explotación a 40 vacas. “Yo quería ser como los grandes ganaderos que conocía en los concursos, solo que yo no tenía posibilidades económicas”, recuerda Javier con humor. Sin embargo, gracias a su trabajo, en 2004 doblaron otra vez el tamaño, pasando a 100 vacas.  “Cada ampliación del número de animales iba de la mano de una sala de ordeño distinta. La actual es de 6x2 trasera y hacemos dos ordeños al día”, explica Javier.

Sobre el número de ordeños, padre e hijo tienen diferentes puntos de vista, por eso se encuentran en el término medio. “Yo soy partidario de hacer un único ordeño”, dice Javier. “Y yo de tres”, apunta José de inmediato.

Javier explica que está a favor del pastoreo y de un único ordeño, aunque reconoce que en sus circunstancias no lo pueden hacer porque no tienen finca para ello. “Soy partidario de trabajar menos y vivir más. Porque hoy trabajamos y trabajamos y cada día tenemos menos. Hoy en día tienes más trabajo, haces más inversiones, hay más letra pequeña, dedicas más tiempo y ganas menos dinero”, resume Javier.

En Ganadería Casás actualmente trabajan cinco personas. El matrimonio formado por Javier y Loli, sus hijos José y Noemí y un empleado.

José lleva ya dos años incorporado a la ganadería. Tras estudiar en el Centro de Promoción Rural – EFA Fonteboa, en Coristanco (A Coruña), un Ciclo Medio de Producción Agropecuaria y un Ciclo Superior de Ganadería y Asistencia en  Sanidad Animal. Mientras que Noemí estudió laboratorio y, tras trabajar en Alemania un tiempo, ha vuelto recientemente a la ganadería familiar.

“Mi madre entró a trabajar en 2010 a tiempo completo. Hasta esa fecha estuvo mi padre con un empleado. Actualmente estamos mis padres, un empleado y yo, y ahora se acaba de sumar mi hermana. Es muy difícil encontrar gente, por mucho que busques o pagues. Aunque les enseñes, no hay apenas gente con la predisposición para trabajar a una ganadería. En el Concello, de mi generación solo hay un par en ganaderías, poco más. Al resto los conocí en mis estudios, en concursos o en las Escuelas de Preparadores CONAFE en Luces (Colunga, Asturias)”, explica José.

Sobre cómo se reparten las tareas, subraya que son “muy polivalentes”. “Da igual si falta uno, otro hace el trabajo. Pero, en general, mi madre se encarga del ordeño y otro trabajador y yo de la alimentación y la limpieza. Yo también me encargo de la parte genética, inseminar, etc. Y mi padre de los cultivos y del trabajo con el tractor. Y también de vigilar que todo funcione”, concluye José.

Ganadería Casás tiene una base territorial de 131 hectáreas totales. 60 son de silo de maíz, 57 de hierba, que se dividen en 33 para silo, 6 de pasto y 18 de heno seco que se sirve una vez al año nada más. Y también tienen 4 hectáreas de soja y 2 de barbecho “por temas de PAC y por probar otras cosas”, explican. Como tienen terreno suficiente para el número de animales, no tienen problemas con purines. “De hecho este año hubo tierras para las que nos quedamos sin purín”, señalan.

Pero de la totalidad de terrenos, en propiedad solo disponen de unas 10 hectáreas. “Aunque tengamos mucho terreno, está disperso. El problema es que son fincas muy pequeñas, están muy lejos entre ellas y eso hace crecer los costes de producción. Por ese motivo, al ser una ganadería intensiva, se ensila todo y se trae para la granja. Nosotros cultivamos todo. Solamente tenemos una empresa contratada para ensilar y hacernos algún trabajo puntual”, explica Javier.

Precisamente esta fragmentación parcelaria es una limitación para el crecimiento de la ganadería, como subraya José. “Donde tenemos el establo ahora me limita a la hora de ampliar porque estamos dentro del pueblo. Y si quisiera crecer tendría que hacer un establo nuevo en otro lado con la inversión que eso supondría. Por lo que ahora lo que procuro es mantenerlo y sacar todo el potencial y rentabilidad a la ganadería. Mejorar el bienestar de los animales, hacerla más rentable y tener mayor producción es en lo que me centro ahora mismo”, afirma.

Mejorar el bienestar de los animales, hacerla más rentable y tener mayor producción es en lo que me centro ahora mismo”, afirma José sobre sus proyectos a corto y medio plazo en la explotación familiar.

La ganadería Casás, aparte de las tierras de cultivo, dispone de 3 establos. En uno están los parques de alta producción, donde están los silos, la recría hasta los 8 meses y el preparto. Tienen una finca más grande a menos de un kilómetro, con una gran zona de pasto, donde está la recría desde los 8 meses hasta que tienen un tiempo de gestación avanzado, dependiendo del nº de animales. “Se les lleva la comida en carro y salen al pasto en el exterior”, apuntan. Y por último, tienen otro a unos kilómetros, que es más reciente y está lejos de la granja, pero cerca de los terrenos de cultivo, por lo que ensilan allí para ahorrar costes. Allí tienen las novillas mayores, las de más de 3 meses de preñadas y las vacas secas, así como algún ternero de cebo. “La idea de futuro sería concentrar todo”, destaca.

Las vacas están en cubículos con camas con serrín. Y se añade a veces carbonato en la parte final del cubículo, donde están las ubres, para desinfectar. Los suelos tienen cemento rallado en la zona de entrada a la sala de ordeño y el resto está igual salvo el de las novillas, que están en una zona de parrilla, pero luego salen al pasto.

La media por vaca y día es de 38 litros, con un 3,50% de grasa y 3,30% de proteína, aunque han tenido picos de producción en los que han llegado a 41 litros.

“No nos preocupan las calidades debido a que no se nos pagan. El precio que tienen es insignificante para nosotros, por lo que no nos importa perder algunos puntos en grasa si ganamos en litros de leche. En agosto del pasado año empezamos con bagazo buscando más producción, pero al ser un verano mucho más caluroso que este, no salió bien. El bagazo calentaba, la comida no estaba fresca, las vacas no parían bien y tuvimos problemas, por lo que cayó la producción. Mi padre, sin embargo, es más partidario de poco pienso y la máxima leche que puedan dar con esa comida. Él tenía 32 litros de media con 6 kilos de pienso. Yo soy de otra idea”, explica José.

Su padre añade que esto es como tener un Porsche debido a su potencial. “Puedes conducir bien y tranquilo o acelerar y salirte fuera. Cuando yo empezaba una vaca que daba 20-25 litros al día ya estaba muy, muy bien. Y ahora hay vacas que dan eso en un solo ordeño. Me parece mucho”, puntualiza Javier.

Respecto a la idea de usar un robot en la granja, José Casás asegura que “a día de hoy no” lo tienen en consideración. “No es hacia donde yo quiero ir. Todo lo que sea disminuir la mano de obra está bien. Pero tener que pasar más horas en el establo no me gusta. Sí que es un trabajo más liviano, pero no lo veo claro”, explica.

“Una sala robotizada sí, robot no. Son cosas distintas”, apunta por su parte Javier.

La diferencia, según explica José, es que con una sala robotizada, los animales salen ordeñados, mientras el ganadero se encarga de otra cosa: “Simplemente eliminas la parte tediosa de estar horas de pie durante el ordeño”.

Para introducir robots de ordeño, sin embargo, considera que “los precios son muy altos y el consumo de electricidad es enorme”. “Me gusta la tecnología y lo que aporta. Pero a mí me limitaría tener robots. Me gusta tener más puntos de ordeño que los que me darían uno o dos robots. Y también me limitaría para ampliar. Si tienes 120 vacas y quieres ampliar con 30 animales más, primero tendría que poner un tercer robot y luego empezar a ampliar. Tiene ventajas e inconvenientes. Yo soy partidario de salas grandes, rotativas o paralelas, y más animales”, aclara.

La gran importancia del bienestar animal

En esta ganadería de Carballo también dan mucha importancia al bienestar animal. “Mientras yo estudiaba iba aprendiendo cosas y las implementaba poco a poco. La clave para mí es el confort del animal. No saturar el establo con mayor número de animales que para el espacio del que dispones. Camas llenas, de lo que sea, serrín o arena. Y alimentos de calidad: silos limpios, comida que no esté caliente y de calidad. Son los 3 pilares. Cuando no están saturadas, comen bien y descansan, el animal no necesita mucho más. Un buen ordeño y poco más”, explica José.   

Además, este año, para favorecer el bienestar de las vacas, añadieron ventiladores a los aspersores y rascadores que ya tenían en los parques de producción. “Cuanto mejor esté un animal, mejor va a producir”, resume José, como demuestra el hecho de pasar de producciones de 32 a 40 litros vaca/día debido, en parte, a las medidas de bienestar animal, manejo y alimentación realizadas en los últimos años.

Para las raciones cuentan con Albino Iglesias, veterinario y nutrólogo de Seragro, con el que trabajan desde hace 2 años, pasando de producir 34 a 40 litros por vaca y día. Antes lo hacíamos por nuestra cuenta y comían casi siempre lo mismo.

“Intentamos producir aquí todo lo que podamos sin depender de mercados de fuera. En temas de alimentación el veterinario formula la ración, pero funciona también como un asesor. Nos aconseja sobre cómo trabajar el silo para que esté limpio y sobre el confort de los animales. Porque que coman muy bien no es todo. Hace falta que el comedero esté limpio y que las vacas estén cómodas y nos ha ayudado mucho en ese aspecto. No es solo la calidad de lo que comen, son muchas otras cosas que económicamente cuestan menos y ganamos mucho. No hacemos un concentrado único que viene de fábrica, sino que trabajamos con materias primas producidas aquí y el ahorro económico es muy importante”, explica José.

Aficionados a los concursos de morfología

En Ganadería Casás siempre han sido aficionados a los concursos. “Nos gustan mucho. Pero el último concurso al que nos presentamos fue en 2017. Normalmente concursábamos con novillas. Casi nunca con vacas. Mi padre sí llevó vacas una vez. Yo nunca porque es más laborioso. Y lo que nos frena de seguir haciéndolo es la falta de tiempo y espacio. Aunque si dispusiese del tiempo, buscaba el espacio. Pero los concursos cada vez son mejores y cada vez están más profesionalizados” explica José.

Según explica su padres, hace unos años los concursos de raza frisona eran un punto de encuentro para los ganaderos. “Hoy es competición. Antes era una fiesta y ahora hay más ambición. La gente ahora gasta mucho dinero en ellos. Antes en los concursos era donde seguíamos los toros y vacas. Ahora, con la genómica ya podemos saber todo. Los concursos deberían ser más naturales”, reflexiona Javier.

Como aficionados a la morfología, reconocen que las tendencias han cambiado mucho con el paso de los años. “Antes se buscaban animales grandes, fuertes tipo canadiense. Ahora buscamos tipo holandés”, señala Javier.

"A mí me gustan los animales equilibrados y ahora nos enfocamos más en la salud, en tener animales longevos, que no den problemas de salud y que den muchas calidades. Es hacia donde va la tendencia."

“Ahora se ve que no es tan importante el tamaño del animal, sino animales medianos con buenas ubres que produzcan más leche. También ahora nos enfocamos más en la salud, en tener animales longevos, que no den problemas de salud y que den muchas calidades. Es hacia donde va la tendencia. A mí me gustan los animales equilibrados. Pero si tengo que decantarme por algo sería el sistema mamario. Aunque una ubre muy buena en una vaca muy mala no sirve”, dice José.

Reconversión a la producción de leche A2

Convencidos del valor de la genética y de la genómica, de la que en Ganadería Casás se encarga José, tienen previsto genotipar todas las vacas en lactación en los próximos meses con el objetivo de reunir un rebaño de animales A2A2. Desde el pasado año ya genotipan a todas las que nacen. “Anteriormente lo hacíamos una vez al año para contrastar la eficacia de la genómica. Y ahora lo hacemos en la búsqueda de A2A2. Tenemos actualmente un 40% del rebaño A2A2. Yo creo que se va a acercar al 50% cuando se genotipen todos los animales”, destaca.

Desde el pasado año ya genotipan con CONAFE a todos los animales que nacen. “Anteriormente lo hacíamos una vez al año para contrastar la eficacia de la genómica. Y ahora lo hacemos en la búsqueda de la leche A2A2".

“Desde que empecé con mi padre buscaba principalmente leche, producción, pero al mismo tiempo toros equilibrados, no solo toros lecheros sino también tipo, y cuando conseguimos la leche fuimos a calidades, porcentajes de calidad positiva y con A2A2. Optaba por el toro ideal que se asemejase a la vaca que quería, completa y equilibrada. Aunque durante el último año sí estoy tirando más por tipo, por mejorar ciertos animales que son muy buenos productores, pero les falta esa calidad que a mí me gusta, siempre de la mano de toros equilibrados. Trabajamos con todas las casas de semen. Nos fijamos en los toros, no en las casas”, afirma José.

A las palabras de su hijo, Javier añade que “sin un plan no vas a ningún sitio”. “Un animal es como un hijo. Cuando vas a inseminar tienes una ilusión y después saldrá bueno o malo. Lo importante es primero que preñe, luego que salga hembra y después que salga buena productora. Hasta dentro de 4 años no sabrás si acertaste a o te equivocaste, pero debes tener un plan”, destaca.

“Los datos son muy importantes. Yo siempre recuerdo a mi padre cuando contaba los huevos para saber qué gallinas le interesaban. Porque si no tienes datos, no sabes si una vaca es buena o mala. Es increíble que sin conocer la vaca, solo viendo los medidores, ya sabes si esa vaca está enferma o no”, señala Javier. “Yo lo que mi padre veía mirando los animales, hoy se puede hacer viendo los números. Los datos te permiten controlar todo”, añade José.

Javier subraya que participan en todos los programas de CONAFE: genotipado, acoplamientos, etc. “Aunque a veces echamos en falta que se tenga más en cuenta la opinión del ganadero en los pesos de la leche, tipo y calidades en el ICO. Por ejemplo, también nos gustaría que el calificador o el controlador vinieran más a menudo porque sacar una información de un momento determinado de una lactación de un animal no es tan preciso”, apuntan.

Si estás interesado en conocer más sobre la leche A2A2, puedes leer también estos reportajes:

Finca Cantarranas, paradigma de innovación en el sector lácteo

Reconversión de las explotaciones de vacuno de leche a la producción A2

Lanzan Deleite A2A2, una nueva marcha de leche gallega libre de la betacaseína A1

Vocación ganadera desde los 10 años

En cuanto a la vocación ganadera, José recuerda que “siempre” lo ha tenido claro, pero su padre puntualiza: “Bueno, de pequeño no le gustaban las vacas”. Ambos nos cuentan que a sus 10 años, tras ver una vaca roja en una revista, José preguntó: ¿Por qué las nuestras son negras y esta es roja? Y a partir de ahí se interesó más.

“Después le vendí una vaca”, añade Javier. Una iniciativa que fue sin duda el germen de la vocación por ser ganadero y su pasión por las vacas. “Cuando empecé a interesarme le compré una vaca a mi padre y la leche que producía la vaca se la vendía y él me la pagaba. Yo por mi parte le pagaba un alquiler y la manutención de la vaca. Y ahí es donde aprendí lo que costaba. Porque cuando lo vaca estaba en picos de producción yo ganaba mucho dinero. Pero cuando la vaca estaba seca y me trajo una ternera, por lo que tenía que pagar la comida de la vaca y la ternera solamente me tocaba pagar, pagar y pagar. Aprendí mucho”, nos explica José.

Su padre recalca además que la vaca que le compró su hijo era muy bonita, pero no era la que más producción daba. Y recuerda que un tratante de ganado le contó una vez que perdió todo el dinero con la primera vaca que compró. “Pero aprendió –subraya Javier-. Si a la primera hubiese ganado mucho, no habría aprendido. Si ganas siempre, hay poco aprendizaje. A mi hijo le pasó igual”.

Con el relevo generacional en marcha, José tiene claro su objetivo: mantenerse. “La idea de concentrar a todos los animales en un único establo está ahí para cuando pueda plasmarse. Y el principal reto para el sector es el precio de la leche”, destaca.

Para Javier también es un gran reto cambiar la imagen del sector primario, no solo de la ganadería: “Los agricultores y ganaderos cuidamos el medioambiente, pero ante la sociedad somos los que contaminamos. Es inexplicable.”

Desde Ganadería Casás también se pide que la legislación y los controles de calidad que se exigen a los productores locales, se exijan igualmente a los de fuera.

“Otra cosa paradójica es que se recomiende un menor consumo de carne por preservar el medio ambiente. Pero que en lugar de carne se consuman productos procedentes de países como Brasil, que deforestaron medio Amazonas para plantar la chía, el aguacate y la soja que comes”, apunta José. “Y es un sin sentido que mandemos nuestros tomates a Francia y nos traigamos a España los tomates de Marruecos. Falla algo”, concluye su padre.

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